Este tercer tomo reúne los poemas que van del 1201 al 1775, según la edición canónica de Johnson (1955). Pocos la vieron, entre nosotros, como Juan Ramón Jiménez, que escribió sobre ella lo siguiente: Un poeta es un ser en gracia que da destellos y permanece lleno de su secreto, que nace, vive, muere y permanece como un tesoro del que regalará joyas menores, que lleva su reserva mayor a la nada para enriquecerla; esto es, un poeta es un enriquecedor, un abolidor verdadero, de la nada. ¿Qué conciencia más rica que la de un poeta de esta naturaleza? E. D. fue eso, una mujer en gracia, que se llevó el secreto del mundo a la eternidad, por si estaba vacía; que se llevó el mundo querido de la ausencia de su vida humana al universo de su presencia definitiva, por si acaso. Cada vez que E. D. vuelve a la presencia poética, después de los olvidos, vuelve para dar ejemplo vital y estético a una jeneración nueva que encuentra en sus metáforas, sus escapes, y sus paradojas, todo trascendente, una perpetua renovación de ella y de ellos. Siempre está viva y nueva; mejor, siempre está resucitada.
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