"Algún día voy a salir y los voy a matar a todos", amenazó Carlos Robledo Puch ante un perito. Entre marzo de 1971 y febrero de 1972, había matado a balazos, por la espalda y mientras dormían a once personas, incluidos sus dos únicos amigos. Su captura- la de un chico bello, de ojos claros y rulos rubios- causó tanto espanto como sorpresa. Con la respiración entrecortada, el país siguió el raid sangriento y vertiginoso de ese criminal inverosímil: el mayor asesino serial de la historia argentina bajo la piel blanca y pecosa de un ángel.
Décadas después, Rodolfo Palacios, uno de los mejores narradores del inframundo patibulario, accedió a la intimidad hasta entonces infranqueable de Robledo Puch, la geografía mínima de la prisión donde cumplía condena a cadena perpetua. De esa relación estrecha surge esta biografía ejemplar en la que el autor desnuda el alma torturada de su personaje, pero sin poder evitar el eclipse de la propia. Como él mismo dice, "no hay antídoto contra la oscuridad".
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