“Son los espacios mínimos de una voz. El cuerpo, el agostado ámbito de lo doméstico, dan paisaje a estas prosas de Gruss, donde la estampa se equilibra precisa con la acción y algunos diálogos. Como si el desencuentro o desamor o soledad y el enigma del tiempo sobre todo, hicieran pared y contenido. La precisión, es decir la síntesis, puede definir el estilo de Irene Gruss en su obra poética, una de las más consistentes de las últimas décadas en el país. Son los espacios mínimos del lenguaje, porque la ironía -esa frustración de la inteligencia- recae más en las palabras que en los actos o en el sentido. Todo puede verse en estos espacios, todo está a punto de desaparecer. A propósito de lo dicho, los relatos “El esguince” y “El pan de jabón” resultan ejemplares. La sinceridad -perdón por la palabra- es algo que siempre agradeceré en la obra y persona de Irene Gruss. Gracián supo advertirnos de sus consecuencias en la corte y en el mundo.Es el envés de una voz suficientemente probada. Para mí, ya que me lo piden, estos relatos se aproximan -con el presagio de lo irreparable- al clima donde solo habita el talento o, menos equívocamente, una cuidada sensibilidad. Es parte de la felicidad leerlos.”
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