En los últimos años la noción de “felicidad” ha adquirido una preponderancia inusitada en todos los ámbitos de nuestras vidas. Los gobiernos la introducen como promesa de campaña y los medios de comunicación divulgan índices que pretenden medirla. El éxito de las técnicas del buen vivir y de los libros de autoayuda contribuyen a instalar el discurso del entusiasmo, la voluntad y la superación con el peso de un imperativo. Para Sara Ahmed es importante prestar atención a este fenómeno y dilucidar de qué manera el mandato de la felicidad actúa como una técnica disciplinaria que organiza nuestro mundo y direcciona nuestras conductas.
La pregunta que guiará esta investigación no será qué es la felicidad, sino más bien qué es lo que produce, especialmente cuando se manifiesta como una promesa. Al aparecer siempre asociada a determinadas elecciones de vida y no a otras, la felicidad cumple una función pedagógica, que legitima ciertos modos “correctos” de vivir y condena aquellos que se desvían de la norma. Esta tesis, proveniente de un cúmulo de saberes feministas y queers que consideran que en algo tan íntimo como los sentimientos se expresan relaciones de poder, nos permite echar luz sobre el potencial político del malestar. En la incomodidad que experimentan aquellas personas para las cuales el bienestar estaría negado –que Ahmed aborda en las figuras de las feministas aguafiestas, lxs queers infelices, los inmigrantes melancólicos y los revolucionarios desilusionados– y en su rechazo a sentir optimismo por “la senda adecuada”, anida la clave para imaginar una ontología política de la desviación, que ya no imponga un horizonte normativo de felicidad como el punto de llegada necesario de la acción humana. Desde esta perspectiva, el sufrimiento y la inadecuación no serían obstáculos a superar, sino la huella de una negatividad siempre presente que nos desafía cada vez a imaginar nuevos mundos posibles.
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